jueves, 17 de junio de 2010

España pierde el Primer partido del Mundial


España no vino a Sudáfrica para ganar el primer partido, sino para ganar el Mundial. De modo que el objetivo sigue intacto. Lo recalco por la desolación que percibo, por el pesimismo reinante. Quien lamente la euforia de antes y la culpe de la derrota ya puede dormir tranquilo porque no se repetirá. La única diferencia estriba en que los cruces se adelantan: treintaidosavos contra Honduras y dieciseisavos contra Chile. Más espectáculo, mayor emoción. La otra ventaja es que, de sobrevivir, nunca habremos llegado tan entrenados a los cuartos de final.

Insisto en el optimismo. No descarto que este tropiezo nos haya clavado las banderillas que despertarán nuestra bravura. El futbolista, como el soldado, mejora cuando se siente puesto en duda. Es muy posible que a este equipo angelical sólo le faltara un punto de rebeldía. Ya lo tiene: rebeldes contra el destino, la mala suerte y la porca miseria. Y, por una vez, rebeldes a tiempo.

No pretendo reclutar devotos, sólo exponer razones. España fue fiel a sí misma hasta que llegaron los minutos finales. Entonces se perdió en recursos que no maneja, como bombear balones al área. Entonces, y ya sucedió contra Estados Unidos en la Copa Confederaciones (circunstancias muy similares), el entrenador confundió el ataque con la acumulación de delanteros. De paso, volvimos a comprobar que Torres y Villa quieren comer del mismo plato y terminan por no comer. Ninguno anda demasiado fino, por cierto.

Pero antes del pánico nos comportamos como se espera de nosotros, dominadores absolutos, novios de la pelota. Con Suiza atrincherada en su campo, amasamos el juego con paciencia y con talento, hasta el punto de que los suizos se pasaron largo tiempo observándonos desde el otro lado del escaparate y corriendo sin tocar.

No diré que reventamos los guantes del portero contrario porque no somos eso. Sin embargo llegamos con frecuencia suficiente y peligro bastante para matar el partido. A la media hora ya contábamos varias invasiones y una ocasión clara de gol, recorte y tiro de Piqué. La siguieron otras. Villa se plantó ante el meta suizo y cuando tocaba chutar optó por una vaselina improbable. Y para cerrar la primera parte señalaré que a Silva le hicieron un penalti que ni él mismo consideró, ya que se levantó y siguió jugando. Nadie tenía prisa en esos momentos, ni miedo. Hasta regalábamos penaltis.

Al poco de la segunda mitad sucedió lo extraordinario. Suiza, que en el primer tiempo sólo se había acercado con un tiro lejano, se encontró con un gol que, visto desde España, fue una concatenación de desgracias, un caos trágico. No negaré el mérito de Derdiyok en el despliegue, pero lo demás fue una sucesión de carambolas. Casillas despejó con las piernas, el balón, pulgoso, se enredó en Pique y acabó en Gelson. Se podría afirmar que nos lo marcaron desde el cielo. Minuto 52, 38 por delante.

Error.

Del Bosque respondió con Torres y Navas por Silva y Busquets. Acertó al prescindir de un mediocentro (basta Xabi), pero erró al olvidar la creación (Cesc) en favor de la delantera. El resultado es que España, retirado Iniesta por lesión, no vio más camino que las internadas de Navas, demasiadas veces inconclusas, porque no vino para centrar desde la banda, sino para desbordar.

El resumen de nuestro asedio infructuoso es que Xabi casi parte el larguero con un trallazo; la paradoja es que también ellos chutaron al palo. No era el día, simplemente. Pero eso no significa que no sea el Mundial.






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